Me dijiste que te gustaría que el cuarto fuera azul. Has dicho que prefieres las paredes azules, la colcha azul, las cobijas azules, y arriba, por supuesto un cielo azul. Estoy esperando a que llegue el día para hacer los preparativos y empezar a decorar las puertas con manos de pinturas azules y colgar del techo angelitos que no dejarán de bailar con tu llegada. Habrá una gran fiesta, muchas serpentinas y velitas azules. Cantaremos, al ritmo de la nostalgia perdida, tu cumpleaños y el mío y no olvidaremos nunca más ese día. Además el ponqué será de chocolate azul; ayer lo probé y sólo puedo adelantarte que sabe a la primavera, sabe a tu besos en luna llena.
Además, ¿te digo?, habrá muchos regalos, todos empacados y con muchas sorpresas por dentro. En el espejo azul del cuarto se reflejará esta frase para que nos ríamos de la vida al mirarnos: "Se ver la luz azul al revés". No tendremos mucho tiempo para dormir, porque los días serán tan azules que al salir el sol ya llegará la noche, más estrellada que nunca, envidiosa por nuestro amor. Las velas y el tiempo no podrán ayudarse, la cera azul correrá por el cuarto como un río de cenizas... ni las velas ni el tiempo existirán; sólo las cenizas.
Habrá unos zapatos nuevos y ¿adivina de qué color serán? Si, serán azules con rayas blancas para que el verano no te sorprenda descalzo.
Las playas se llenarán de animalitos azules pues no se podrán quitar de encima el color del mar. Jugarán por tu espalda y susurrarán en memoria del más amado un tango que habla de las estaciones, que habla del sur, de Borges, de las calles que algún día esperarán por nuestros pies, por nuestros ojos y quizás por nuestros hijos.
Las luces de las estrellas saldrán de los cuadros de Van Gogh y entonces de mi mano te mostraré la ciudad más colorida del mundo, la torre presuntuosa, las guerras perdidas alemanas, y por supuesto saldremos y volveremos a nuestro cuarto, pintado de azul. Los trenes que nos llevarán por todas las galerías, las ventas, los mercados y las pulgas, serán azules. El Rhin se teñirá de azul porque al barco en el que nos montaremos no se le habrá secado aún la pintura, se acabará la laca, el agua lo destiñirá. Como ya te conté en una carta azul que te mandé, verás los castillos de princesas rosadas y de príncipes azules como tú. Evocaremos entonces sus risas, sus llantos y la imposibilidad de su amor.
Nosotros solo tendremos ojos azules bajados del cielo, gran herencia de quien tanto te ama y te cuida. A lo lejos brindaremos con un vino azul, con uvas azules, por nuestro encuentro, levantaremos las copas y sonreiremos porque por fin los sueños dejaron de vestirse de azul para pedir perdón a todas esas lágrimas azules que esperaron y fueron pacientes. A partir de ese momento la vida cambiará de color, algo más nos traerá, algo más que nuestro color azul.
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