Freitag, Oktober 14, 2005

Los ángeles se llaman MAMÁ

A mi Mamá


A la mañana siguiente, después de no poder contener el sueño, después de sentir rasguños en los ojos, y alfileres en el corazón, te pedí que fueras a mi encuentro. No sé qué horas serían allá, las cuatro o cinco de la mañana y no me tocó esperar mucho cuando ya estabas abrazando mi llanto que parecía ahogarme porque casi no podía hablar. Al igual que yo, tú tampoco entendías nada de lo que te contaba, te costaba creer mis palabras, mi tristeza y con la complicidad de siempre empezaste a llorar también. Pero a ti te tocaba levantarte primero que a mí, te tocaba soltar rápido tu nudo en la garganta, porque te tocaba arrojarme ese salvavidas, que hasta ahora ha sido mi mayor consuelo a pesar de la distancia. Lloré al ritmo de tus palabras toda la tarde de acá, toda la mañana de allá, al siguiente día y otra vez al siguiente. Aún hoy sigo llorando, de pronto con algunas pausas que engañan a mi corazón por lo que acá veo, por lo que oigo de las personas a las que les he contado lo que me ha pasado.
Me consolaste diciendo que te gustaría cargar ese dolor tan horrible que siento, que quisieras llevarlo a tus espaldas para que no me duela tanto, para que todo esté más leve. Sólo puedo agradecerte en esta tarde, porque aunque las palabras son del aire, lo que me has dicho ha sido refrescante, ha sido algunas veces el cielo para mi alma, otras el infierno para mi corazón. No es fácil desprenderse, eso no le gusta a ningún ser que estaba enamorado y que lo dejan solo, solito, solo de un momento para otro…

Con todo esto he vuelto a ver tus manos y tus brazos de pandeyuca (¿te acuerdas?) sacándome con fuerza de ese lodo en el que he estado enterrada; he visto tus ojos claros mamá, que me alegran, que emocionados esperan por verme en Diciembre. También tu voz me ha acompañado cuando tengo que ordenar el cuarto, tender la cama y levantarme de nuevo para salir de este presente que espero se vaya rápido, de los fantasmas que siguen tocando mi puerta.

Gracias Class, Claustrofobia, Cladra, Caya, Cayita, mamá, mamita… Gracias por curarme de esta herida tan inmensa a la que le falta todavía, pero que sé que pronto pasará y se convertirá en una sonrisa de nostalgia más… como todo, como todo…

Los ángeles, hoy puedo decirlo, se llaman Mamá. Gracias Ma.