Mittwoch, Mai 04, 2005

Valentía

Bueno, antes que nada, me dio nervio. Este es mi primer cuento, lo escribí ya hace varios meses. (Des) afortunadamente ya las relaciones han cambiado, y mucho, yo he cambiado y mucho. Quiero colgarlo en mi página porque es un cuentico que adoro, es entrañable. Lo he corregido ya varias veces y lo he leído y releído, algunas veces con lágrimas todavía en los ojos, otras con la mente despejada y con una sonrisita que me hace desconocerme.
Cualquier comentario, cualquier pregunta, cualquier corrección, opinión, consejo o lo que sea lo recibo. Espero le guste a más de uno.

Ya me dio nervio juemadre, pero ahí va:


PARA LOS DÍAS DE JUEGO
María Paula Alzate Afanador



A Pedro


Yo no sabía por qué había pintado con tanto esmero esa tarjeta. Muchos colores habían sido saboreados por ese pedacito de cartulina, que blanca, se fue llenando poco a poco de rojos, azules, amarillos y sus infinitas combinaciones, sin dejar un espacio vacío de su original color. No tardé mucho en pintarla como tardé en pensarla y repensarla varios días antes de su cumpleaños.
Cumpliría entonces 28 años y yo esperaba que con el regalo la disfrutara como un niño.
Llegó el jueves y la tarjeta estaba lista, en realidad lo había estado una semana antes y orgullosamente había sido mostrada a muchas personas. Algunas sonreían al verla, otras se espantaban porque no entendían del todo el profundo significado que ella tenía. La había visto tanta gente que tal vez se cansó de que varios pares de ojos la observaran.
Cuando por fin llegó el momento de entregarla, mi corazón latía muy muy rápido. Tenía nervios y ansiedad de entregarla, pues dejaría de ser mía.

Ahí estábamos en el corredor de su casa. El regalo bien envuelto y la tarjeta pegada, casi se camuflaba con el empaque. Parecía una invitación al circo.
Justo cuando fui a entregar todo el regalo, puse mi mano sobre ella; la estaba tapando, pues quería esconderla. El paquete llegó a sus manos y con el sólo movimiento de ellas supo inmediatamente qué era:

-Es un Frisbee-dijo sonriendo. Me abrazó tan fuerte y me dijo que me quería mucho. No sé qué me tenía más inquieta, si su confesión o el posible descubrimiento de mi tarjeta, bueno, de su tarjeta.

Entramos a su cuarto como dos niños con regalo nuevo. Sin mirar la tarjeta, él rompió el papel de regalo, y no se dio cuenta de su existencia.


Estaba feliz por su nuevo frisbee; lo tomó entre sus manos, mientras el papel de regalo, roto ya, y con la tarjeta de colores algo arrugada, caían lentamente al piso.
Yo, sentada, desde su cama, veía la tristeza de la tarjeta, que callada se alejaba de los días anteriores que con impaciencia había esperado ser entregada.
Cuando terminó de admirar su verde frisbee, cayó en cuenta del papel roto en el suelo. Terminó por recogerlo, hacerlo una bolita y tirarlo a la caneca.
Allá estaba la tarjeta, sola y sin vida en una monstruosa caneca. Me dio mucha tristeza, tanta que no fui capaz de rescatarla. Yo sólo quería que él la viera y sonriera, porque el frisbee no era frisbee sin ella, ni la tarjeta sin el frisbee. Era tan sencillo...

Ya pasaron dos días. Quien sabe qué pasó con la tarjeta. Hoy recuerdo sus colores y sus letras. Recuerdo que en su interior decía:

Para: Los días
De: Juego