He encontrado a Igor y aún no ha muerto, no fue difícil identificarlo, pues sus tres metros de alto y su vestir oscuro lo hacen ser el mismo del otro día en la U-Bahn de Berlín.
El avión no se ha estrellado contra el tren y el hombre de Cartago tampoco ha aparecido. Esta ciudad me consume y no me permite llegar a una estabilidad...buscar en el olvido o seguir olvidando, seguir olvidándome en esta búsqueda tan absurda.
Llegó el invierno esta tarde e Igor aún no me reconoce y tampoco aparece el hombre de Cartago.
Cambiar de tren tres estaciones más adelante para embolatar el hambre o fumar un cigarrillo.
Son pocas las opciones; no es Igor, no es el de Cartago. Es abandonarse al ruido y no pensar en esta fragilidad, es saltar antes de que la ira penetre y nos acabe en grasa y sangre.
Se abren las puertas: la tercera estación en frente de mí. Hasta ahora me doy cuenta hacia dónde me dirijo.
En el velorio de Igor me espera un hombre, que dice ser de Cartago.
Montag, Oktober 20, 2008
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