Nunca pudo Malena decirle lo mucho que le gustaban sus dientes, pero sobre todo sus caninos y su sonrisa y su naríz respingada. Nunca se lo pudo decir porque no le dejó tiempo y ahora, que se ha ido como un tiburón de radical transgresión, se quedó sin decírselo. Yo, entiendo su retiro, tan prudente y doloroso, como de quien se despide para siempre.
Nunca pudo decirle que sus dientes le gustaban, pero más que ellos su risa y su sonrisa, su naricita tan bonita y respingada.
Montag, November 10, 2008
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