Samstag, Januar 27, 2007

Gatinha 2





Tuve un sueño hace dos noches, de esos que al otro día le dejan a uno la sensación en la boca de que van a suceder, de que se van a hacer realidad.

Entonces salí ayer, después de haber pernoctado todo el día en mi cuartito con-sin balcón. Un paso afuera, la puerta que se cierra y la sonrisa más sincera se dibujó en el interior, se sonrojó en el exterior. Ese momento lo había esperado tanto: Caía nieve, quería llorar de la felicidad, saltos de creación, blancos de pálpitos. La cámara, sí ahí está en la cartera, la tapita, sí ahí está toda entera. Insatisfecha un poco porque era pedirle mucho al cielo, a los astros y a los huecos en el espacio... no se llenarían anoche todas las calles; tampoco iría a pasar yo el susto de sentir que depronto iba a aterrizar en el suelo; mucho menos se armarían familias enteras de muñecos naríz zanahoria, ojos botón...si acaso, y para no ser poco cordial con los hacedores de sueños, crujián un poco las suelas de mis tenis, ese sonido, ese crack crack. Eso y un poco más fue suficiente para empezar a cumplir una promesa.

Y aunque la miel blanca no haya alcanzado a formar una montaña, puesto que fue tan poca y tan rápida en derretirse; aunque ni siquiera los vecinos la hubieran llegado a confundir con helado de coco o de vainilla, sí hubo deseo, muchísimo deseo de que la noche de ayer se repita una y otra vez, hasta confundir el calor con el frío entre los dedos.